Comparto algunas reflexiones de estudio en que me identifico plenamente con el Padre Leonel, hablando de justicia, no de ley sino de justos.
La historia de nuestro país y la experiencia obtenida del mundo nos enseña que es inútil combatir la violencia sólo con políticas represivas.
Como también es inútil pretender instaurar la justicia abrazando el fusil y haciendo hincapié sobre el rencor y la rabia de los excluidos. Afortunadamente, en los últimos años, el mundo está comenzando a darse cuenta de que para construir la Paz no sirve aumentar desafortunadamente los gastos para la seguridad, recurrir a la pena de muerte o consolidar la ley en sus juicios basados en el criterio del castigo.
El castigo no es una manera sana de aplicar justicia, sino un modo ciego de oficializar la cultura bárbara de la venganza.
Es justo que quien cometa un delito pague una pena, pero el objetivo último de ésta debería ser la recuperación del culpable y no, como sucede con frecuencia, su ruina definitiva.
Un sistema judicial que se respete debería, además, prever la recuperación y restauración de la parte ofendida. Debería darse cuenta de que una víctima que alimente la rabia y el deseo de venganza es doblemente víctima y que la reparación al ofendido es tan importante como la rehabilitación de quien ha perpetrado la ofensa. El secreto de la construcción de una Paz sólida está en la recuperación y regeneración tanto de quien ha sufrido como de quien ha cometido una violencia. Y esto es posible sólo si se pasa por una promoción sistemática y, en cuanto sea posible amplia, de una cultura y de una práctica del perdón y de la reconciliación. Es una ética que parte de las víctimas.
Para nuestro caso y en nuestro medio, desafortunadamente no hay una cultura de Perdón y Reconciliación, hay que construirla a partir de nuevas y futuras generaciones de una educación justa de vida, como también un cambio y compromiso en políticas públicas y, de jueces que entiendan, se comprometan y vivencien no solo esto, sino un verdadero cambio cultural y judicial, de justo, no de ley.
Necesitamos líderes que no estén enamorados del dinero, sino de la justicia, que no estén enamorados de la publicidad sino de la humanidad (Martin Luther kink).
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