Las palabras son “vehículos” por los que pasa la bendición o la maldición. Las palabras se conciben en el corazón, se procesan en la mente y se elaboran con la lengua. La boca arroja la palabra que se convierte en semilla de bien o para mal, porque la palabra libera el poder de Dios o el poder de Satanás, con las palabras nos atamos a la bendición o a la maldición. En la Biblia hay múltiples versículos que nos enseñan acerca de nuestras palabras: Pr. 1:9, 12:18, 18:21, 6:2. Mr. 11:23. Santiago compara la lengua con un fuego encendido por el infierno, con un mundo de maldad que lo contamina todo, dice que es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. El Señor dice que tendremos que rendir cuentas por cada palabra ociosa, y vana. Existen 6 momentos cotidianos en que las palabras se convierten en maldición:
- Al expresar temor o desconfianza. La Biblia dice “No temas” 365 veces. El temor no es de Dios. Hay cristianos rociados por el temor, amasados con duda, rellenos con incredulidad. Porque viven aislados de la Palabra, que nos fue dada para leerla, creerla y vivirla.
- Al dejarnos llevar por la ira, el enojo, el resentimiento y la amargura. La Biblia dicen “Airaos, pero no pequéis” no estamos de paso por la tierra para maldecir. Si ilustramos con un árbol, podríamos decir que sus raíces son la amargura, su tronco el resentimiento y sus frutos la falta de perdón.
- Al dar malos informes. Leer Números 13 y 14. los espías dijeron la verdad de lo que vieron, pero olvidaron la promesa de Dios; sólo Josué y Caleb informaron que la tierra era buena y recordaron Su promesa. Debemos declarar la Palabra de Dios, no lo que el mundo confiesa.
- Actitud frente a oraciones “no contestadas”: Dios no hace acepción de personas ni se olvida de nadie. Su respuesta, no siempre es “si” ni es inmediata; podría ser. “Espera un poco”, “No”, “Permanece quieto y reconoce que soy Dios”. Es necesario perseverar en la Fe, pues, en su tiempo, Dios hará.
- Al proferir palabras negativas que denotan falta de Fe. La batalla de la fe se puede perder en el último instante. Si no controlamos la lengua podemos hacer ineficaz la Palabra de Dios pues existe un principio: “lo que dices, recibes”. Las circunstancias tienden a ahogar la Palabra, pero estamos por encima de las circunstancias. La Fe viene por el oír.
- Al murmurar. Nos agrada hacerlo, pero la crítica es el lenguaje del reino de las tinieblas. Apartémonos de juzgar, de criticar y de murmurar. Optemos por la bendición, no por la maldición; es cuestión de decisión.
Las palabras también tienen poder para producir otros efectos: la lengua controla todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Pronunciemos palabras de cumplimiento de nuestros proyectos y anhelos; nos serán concedidos si nos deleitamos en Jehová. Vivamos por la Fe, no por vista. Hablemos palabras de bendición, de ánimo, de medicina y de consuelo. No usemos palabras de condenación ya que nos fue dado poder para bendecir, y no para maldecir.
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