Ayer después de asistir a un examen médico y no con los resultados deseados, requería de solidaridad y acompañamiento de quien estaba conmigo,pero ¡me dejaron plantado!; pues bien, compartimos un café y después de entregarle un regalo y ante una llamada, decidió que otra era la persona que importaba y debía irse, ¡me dejaron tirado en una cita!; estaba decepcionado y triste, pues no es la primera vez que lo hacía, reconozco, ¡soy humano y esto duele!; pero Dios tenía otros propósitos, ¡quizás más importantes con personas menos importantes!, porque otra era mi cita, como tal la reunión que debía ser y no con quien no nos valora (perdida del respeto y consideración, ¡enseñanza!).
Caminando pensativo me encontré con alguien en la vía, un ser de la calle, humilde, cansado del camino (venía caminando desde Soacha al Centro de Bogotá, localidad a más de 30 Kilómetros en medio del paro) y que duerme cada noche en un lugar de paso cuando tiene los recursos diarios y cuando no, en la calle se queda. Al ver su angustia y necesidad, lo invité a comer en una cafetería, cuando entramos, más de una persona estaba sorprendida y las miradas no se hicieron esperar (las imágenes hablan por sí mismas), al ver a un blanco y un negro, un limpio y un sucio, a un hambriento y sediento a compartir lo que quisiera comer para mitigar su hambre, ¿lo que quiera?, me preguntó, ¡sí, lo que quiera! Respondí; mi sorpresa es que esto era celestial, y es que él necesitaba del amor de Dios, me dijo ¿eres Dios?, le respondí que solo soy un instrumento de Él en la construcción del Reino.
Compartiendo en la misma mesa y una vez atendido su querer, le pregunté su nombre y su origen; me dijo, Walter es mi nombre y soy de Santander de Quilichao; no lo puedo creer, le respondí, que diosidencia, porque como misionero he estado allí en el Cauca. Me dijo ¡Usted es un Bacán!,esto no es común y es la primera vez que alguien me invita a su mesa, le respondí que era el amor de Dios quien hacia esto; le pregunté que, si conocía de Dios, para lo cual me dijo que sí, y que su esposa era cristiana, pero por el alcohol y los vicios de la calle de él, ella lo había abandonado, que tenía tres hijos grandes y que sabía que Dios estaba enojado.
Seguimos en conversación, le pregunté ¿si alguna vez había orado y había hecho las paces con Dios, que si quería orábamos y hacíamos oración de fe? Respondió que no quería, pues tenía cuentas pendientes con Él, para lo cual le pedí permiso para orar por él, me dijo que si en tono desobligante y cuando estaba orando pasó lo que no podían creer mis ojos, se despojó de su cachucha (ver imágenes antes, durante y después), inclino su rostro y se quebrantó, para lo cual terminó orando junto conmigo; estaba feliz y sonriente, me dijo que Dios me protegía y me cuidaría, a lo cual respondí, Amén.
Finalmente, nos despedimos con el saludo del parche, de la calle, del mundo, pero con el amor de Dios y partió feliz a buscar su lugar de descanso bajo un techo y una cama, pues igualmente fue bendecido con los recursos para hacerlo, y pensé como me gustaría volverlo a ver algún día, y salí de este lugar después de pagar la cuenta, para lo cual el señor cajero me dijo que estaba gratamente sorprendido de la lección aprendida, ¡qué bendición, verdad!, le dije, y continúe en dirección a mi casa en medio de todos los caminantes por efectos del paro, y sin querer alcance a Walter y puse mi mano sobre su hombro, se sorprendió gratamente al verme, me dijo que había sido un día muy feliz (se borró su cansancio, hambre y sed, entre otras porque iba a dormir en una cama), extrañado de saber que hay personas así, que aman, para lo cual le dije: ¡Recuerda, Dios te ama!,y continuamos nuestro propio caminar.
Que gozo ser usado por Dios y servirle al Señor Jesucristo.
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