ACUERDOS DE CORINTO
Por Corinto han pasado todos los grupos armados que en Colombia han sido: el sexto frente de las Farc, que dirige el último “histórico” de las Farc, Miguel Pascuas —más indígena que mestizo— y que fue fundado por Marulanda cuando el Ejército lo derrotó en Marquetalia y años más tarde comandado por el Mono Jojoy; el criminal grupo de Ricardo Franco, al que se recuerda por la masacre de sus propios compañeros en Tacueyó, y el nombrado grupo Bateman Cayón, que fue expulsado de la región a bala por las Farc. No obstante, los paramilitares, pese a sus conocidas alianzas y recurrentes intentos, no han podido penetrar la zona.
Los Acuerdos de Corinto, Cauca fueron los acuerdos entre la guerrilla colombiana Movimiento 19 de abril (M-19) y el gobierno de Belisario Betancur el 24 de agosto de 1984, en los cuales las partes firmantes se comprometen a un cese bilateral del fuego y la búsqueda conjunta de una salida política al conflicto armado colombiano. El Documento fue suscrito por una Comisión de Paz, Diálogo y Verificación, en representación del gobierno, y por los Comandantes del M-19 y firmado en el municipio de Corinto, Cauca. El 25 de agosto de 1984, el M-19 ordenó el cese al fuego a sus comandos guerrilleros, mientras que el presidente Betancur también ordenó a todas las autoridades civiles y militares del país. El Acuerdo también fue firmado por el Ejército Popular de Liberación (EPL) en El Hobo, Cauca.
Rompimiento de tregua
El fruto de los acuerdos es el fin de varias acciones del M-19 y el EPL y el reintegro de varios combatientes a la vida civil. No obstante, sectores del ejército opuestos a los acuerdos de tregua y paz atacaron a varios miembros y campamentos en tregua del M-19. Antes de la firma de los acuerdos, los líderes del M-19 Iván Marino Ospina y Carlos Pizarro Leongómez fueron emboscados por la policía y el ejército cuando se dirigían a San Francisco y Corinto, Cauca, para reunirse con los miembros de la comisión de paz. Tras los ataques del ejército, en enero de 1985 se anuncia rota la tregua y los acuerdos.
Tras acogerse a una amnistía y viajar a Cuba, Carlos Pizarro Leongómez regresa a Colombia y toma de nuevo las armas. Pizarro firma un pacto de cese al fuego el 24 de agosto de 1984 en Corinto, departamento del Cauca. Los acuerdos de Corinto se desintegran tras un atentado a Antonio Navarro Wolff, vocero del M-19.
Tras el rompimiento de los acuerdos el conflicto entre el grupo guerrillero M-19 se recrudece con el gobierno lo que conlleva a la Toma al Palacio de Justicia el 7 de noviembre de 1985 y el asesinato de Óscar William Calvo de la guerrilla del EPL.
EL ACUERDO sobre participación política de la Habana: oportunidad histórica
El acuerdo sobre garantías de participación política firmado en la Habana es, por ahora, un acuerdo sobre el papel. Sin embargo, que las delegaciones del gobierno y de las FARC, dos de los actores políticos enfrentados durante más de cincuenta años en una desgastadora guerra hayan dado este paso trascendental, significa innegablemente un avance concreto en la búsqueda de un ambiente favorable para la conquista de la paz con justicia social.
Es importante analizar este hecho en un contexto más amplio que los diálogos para tener elementos de análisis que ayuden a despejar las dudas, y desentrañar el significado de la oportunidad histórica que representan los acuerdos alcanzados en la Habana.
Para empezar, en los últimos treinta años ha habido distintos intentos de poner fin a ésta guerra fratricida y alcanzar la paz como fin y derecho constitucional para todos los colombianos.
San Vicente del Caguán, en el departamento de Caquetá, fue testigo del último intento de diálogo por una salida política al conflicto. El presidente Andrés Pastrana (1.998 – 2.002) y las FARC-EP acordaron conformar una mesa de diálogo, previa exploración durante el año 1.998 que llevó a la creación de una zona de desmilitarización y de una agenda temática conformada por 13 puntos, a encuentros y foros con comunidades, sectores sociales, representantes del poder económico, gobiernos y personalidades internacionales.
Si bien la experiencia del Caguán ha sido evaluada críticamente, una de las razones que llevó a su ruptura, jamás aceptada por el gobierno y las fuerzas armadas, fue la respuesta militar de la guerrilla para que el Estado frenara el avance paramilitar en todo el país, que como se vio en los años siguientes (2.002 – 2.010) sembró de muerte, masacres, desplazamientos y desolación en campos y ciudades. La otra razón que llevó al fin de los diálogos, fue el diseño del Plan Colombia por el gobierno de Pastrana que buscaba fortalecer las fuerzas armadas ante la ofensiva y amenaza en que se habían convertido las guerrillas, para lo cual propuso lanzar el Plan como una estrategia contrainsurgente y de afianzamiento de la oligarquía y de recolonización continental del imperialismo norteamericano.
El período de gobierno de Álvaro Uribe (2002 – 2010) es tal vez del que más sabemos en cuanto a su posición negativa y radical a cualquier proceso de diálogos y solución política negociada al conflicto armado. Es ampliamente conocida su intransigencia con la mesa de diálogo de la Habana al sostener como única alternativa a los problemas del país la guerra infinita contra el terrorismo y la oposición política en el país; su obsesiva insistencia en la estrategia de Seguridad Democrática de la cual sabemos sobre su costo social, jurídica, económica y en vidas para miles de colombianos; su papel en el surgimiento de las Convivir como matrices del paramilitarismo que se expandió por toda la geografía nacional; su obtusa oposición a reconocer que en Colombia existe un conflicto armado. No vamos a extendernos en aras al espacio, en caracterizar el período de gobierno de Uribe. La historia se ha ido encargando de dar cuenta de la corrupción, el crimen, la mentira, las chuzadas telefónicas, los miles de casos de asesinatos de civiles a manos de la fuerza pública presentados luego como falsos positivos, la amenaza, la falsa acusación y procesos judiciales amañados contra opositores, el engaño y la tergiversación grave que ha querido hacer de la realidad social y política pretendiendo que ésta sea a su amaño y antojo.
Entre lo último que acaba de afirmar el ex presidente de la guerra sin fin, es que no comparte nada de lo que se acuerde en La Habana. Esto no tiene nada de extraño ya que siempre se ha opuesto a una salida dialogada al conflicto armado. Ha sido una amenaza y un obstáculo a cualquier intento de solución política a través del diálogo. Para éste halcón de la guerra los diálogos de la Habana avanzaron y quedaron muchas dudas, aciertos y desaciertos, lo cierto es que se dio un paso en la construcción de la paz.
Así mismo es necesario que la mayoría del pueblo colombiano asuma consciente y activamente ser el factor determinante y central del momento histórico que vivimos, apoyado en su condición de constituyente primario y soberano, que proponga un proyecto de sociedad alternativo al del capitalismo decadente de la vieja oligarquía y sus aliados globales, y actúe como factor humano y soporte real al fin del conflicto armado, lo cual no se logra únicamente con la firma de los acuerdos a que se llegó en la Habana. Por ello nada más acorde y vigente con el momento y mediante procesos democráticos que estamos viviendo en el presente como son los procesos electorales de congresistas y presidencial el futuro de nuestro pais en quien va estar. Todo depende de nuestra participación, de ciudadanos de bien comprometidos con la responsabilidad social y el futuro de nuestras generaciones. De ti depende y el grado de conciencia como ciudadano en esta responsabilidad.
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