“Un pacto, al igual que un contrato, es un acuerdo entre dos o más personas. Sin embargo, la naturaleza de dicho acuerdo es diametralmente opuesta. Veamos cinco características distintivas del pacto:[1]”
- Los pactos se inician motivados por el beneficio de la otra parte.
En lo particular me parece que este es el paso decisivo para que una relación matrimonial termine bien o mal. Yo puedo tener las mejores intenciones, pero si no busco el beneficio de mi cónyuge de nada sirve. Ahora, si mi cónyuge no lo hace, no debe ser un obstáculo para que yo busque su beneficio. Eso mismo hará que cambie de actitud y en un tiempo también busque beneficiarme.
- En los pactos la gente hace promesas incondicionales.
Regresemos al momento cuando nos casamos en la Iglesia. Se nos hizo prometer que siempre estaríamos juntos, en las buenas y en las malas. Ahora, déjenme explicarles algo. La Biblia dice que seamos una sola carne. La palabra hebrea para “una” es la misma que se emplea en el texto que dice “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. Sin embargo, sabemos que Dios es tres, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, pero son uno. Cada uno con sus individualidades, pero uno al fin. En el matrimonio no somos dos, somos uno, cada uno con sus individualidades, pero al fin uno. Pregunto: ¿Cuándo se separará el Padre del Hijo o del Espíritu Santo? ¡Nunca!, por ende, ¿cuándo se separará el esposo de su esposa? Nunca. Es una promesa, y debe ser incondicional, como todas las que hagamos.
- Los pactos se basan en un amor incondicional.
El amor no solamente es el sentimiento romántico de los años de noviazgo. El amor es un verbo incondicional. La Biblia lo define bien claro en 1 Corintios 13 cuando dice: “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue…”[2], es incondicional.
- En los pactos los compromisos son permanente.
A diferencia de un contrato en el pacto, mi respuesta no depende de si mi cónyuge hace o deja de hacer algo, ya que mi compromiso es permanente. Por ejemplo, en la Biblia Dios hizo un pacto con Israel, pero a lo largo de la historia Israel ha rechazado a Dios, le ha insultado, le ha dado la espalda, sin embargo, el compromiso hecho por Dios con Israel es para siempre. En el Salmo 89.34 Dios dice lo siguiente: “No violaré mi pacto ni me retractaré de mis palabras. Una sola vez he jurado por mi santidad, y no voy a mentirle a David: Su descendencia vivirá por siempre; su trono durará como el sol en mi presencia. Como la luna, fiel testigo en el cielo, será establecido para siempre.[3]«
- Los pactos requieren confrontación y perdón.
En ese mismo salmo Dios le dice a su pueblo desde el versículo 30: «Pero si sus hijos se apartan de mi ley y no viven según mis decretos, si violan mis estatutos y no observan mis mandamientos, con vara castigaré sus transgresiones y con azotes su iniquidad. Con todo, jamás le negaré mi amor, ni mi fidelidad le faltará.[4]” Los matrimonios no son perfectos, hay problemas. Eso no significa que debemos quedarnos callados. Pero Dios nos enseña con su ejemplo que si hemos hecho un pacto, no podemos abandonarlo. Nos enseña que El confrontaba con amor a Israel y luego le perdonaba. Así debe ser nuestro matrimonio, debemos hablar y confrontar el problema con el objetivo de que el amor y la unidad siga reinando en nuestros corazones.
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[1] Chapman, G., Dr., “El Matrimonio: Pacto y Compromiso”, Broadman y Holman Español, 2004.
[2] Santa Biblia Nueva Versión Internacional.
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